29 de septiembre de 2007

19 de septiembre de 2007

Tenía tanta hambre que se devoró a sí mismo. Por desgracia, esto le provocó una severa indigestión y acabó devolviéndose.

16 de septiembre de 2007

Tokio Blues (Norwegian Wood)


Éste es uno de los libros que me han acompañado estas vacaciones y es que después de tanto oír hablar de Murakami, al final acabé picando de puro curiosa.

Con cierto temor a las represalias de los entusiastas de Murakami diré que es una lectura poco exigente, casi ligera, adictiva sí, pero incompleta por no dejar lugar a demasiadas ambigüedades (ésas en las que nos deleitamos algunos, lo siento, nunca llueve a gusto de todos). Y en contra de lo esperaba inicialmente (esto no me lo advirtieron en ninguna reseña), Murakami es un escritor muy occidentalizado. Aunque conserva el exquisito gusto oriental por la observación delicada y minuciosa.

En las formas, se entrevé su gusto por Salinger y Carver y en el contenido, recuerda inevitablemente a Thomas Mann y su montaña mágica. El corazón de esta novela es la esencia, el poso que destila su lectura: un estudio detallado, febril y angustioso de la fragilidad humana.

Siempre he pensado que el hombre es más fuerte y robusto de lo que se nos hace creer a través del arte o los foros de opinión. Por cierto, la lectura del libro "Optimismo Inteligente" de María Dolores Avia y Carmelo Vázquez (profesores de la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid), apoya con estadísticas y análisis esta idea; así que se lo recomiendo a aquél que quiera discutir el tema consigo mismo. Pero qué poco literario es el ser humano fuerte y superviviente, ¿no? Como en el poema de Benedetti: sólo se escribe sobre las hojas caídas, no queda ni un verso para las hojas que tiemblan permanentemente en la rama. Éste es un libro sobre otoños de hojas muertas, sobre humanos torcidos (como los denomina uno de los personajes) que no encuentran acomodo en la realidad y es la historia de una elección: la de la fragilidad o la fortaleza. El traspaso de la frontera hacia la madurez. Porque al fin y al cabo, quizá para salvarse, la hoja sólo necesita decidirse a permanecer unida a la rama.

¿O no?

13 de septiembre de 2007

Por un catastrófico fallo en la planificación temo que hayamos perdido a nuestros trabajadores para siempre. En el futuro es importante recordar la siguiente regla: "los laberintos deben construirse desde dentro hacia fuera".

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Tras sufrir el encantamiento del silencio del hombre, la sirena murió asfixiada en tierra.

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Llegando al patio, saco la llave del bolsillo. La puerta se arroja feroz sobre mí, pero felizmente traga el anzuelo y pronto me encuentro en el cálido estómago de mi casa.

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Cuando el juez firmó el acta pudieron proceder al levantamiento del cadáver del funámbulo. Con no poco esfuerzo, lograron encontrar también su equilibrio para enterrarlo junto a él.

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Ahíto de versos, el viejo poeta cruzó el jardín zen caminando despacio. Se recostó contra el muro, cerró los ojos y se preguntó filosofando en sueños si sus ronquidos serían oídos por alguien en aquel lugar desierto.

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El día más amargo de su vida estuvo a punto de perder la corona a manos de la traición del obispo.

El mejor día, su amante plebeya se convirtió en reina.

El más extraño fue el siguiente, al comprender que ahora eran dos las mujeres que le hacían reproches.

Un mal día cualquiera perdió buena parte de sus tropas por una mala estrategia en la batalla.

El último día, terminó con un jaque mate del enemigo y con él metido en una caja.


(Y sí, de momento al menos, sigo por aquí)