Los problemas empezaron cuando al cruzar los puentes quedaba siempre del mismo lado. Luego, las puertas que devolvían a la habitación de partida. Pronto, la vuelta en el colchón que lo retenía en aquella postura: víctima del rayo de luz en los ojos. El pedaleo de una bicicleta que lo conducía siempre al portal del que salía. Pero a todo se adaptó sin una queja. Sólo lamentó cuando los adioses se volvieron hola de nuevo.
Fotografía de Javier Prieto
Y cada vez que hago "clic" para salir, vuelvo a leerte, por suerte.
ResponderEliminarAbrazos.
Uy pobre, qué tortura :D
ResponderEliminarGracias por hacer click :)