31 de octubre de 2005

Estremecedora sencillez


José Ramón Anguiano Navascués

La suerte no existe


Carlos Grangel lleva años siendo la mano española de Spielberg. Creador de personajes de ‘El príncipe de Egipto’, ‘Spirit’ o ‘Madagascar’, estrena ahora la película ‘La novia cadáver’, de Tim Burton. Un artista anónimo al que Hollywood reconoce su talento.
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27 de octubre de 2005

Bienvenido

A Sergio y a sus padres


Eres una afirmación rotunda de la Vida
sobre esa muerte de la realidad
que se me engancha a veces en el alma
desgarrándome como si me invadiera un otoño la caduca esperanza

Y tu carita me renueva la primavera
acomodándome las ganas de sentir
que de nuevo la vida es capaz de florecer
y renovarle la sonrisa a la miseria

Eres una perenne pincelada en el futuro
color verde brillante.

Bienvenido

24 de octubre de 2005

23 de octubre de 2005

Vanidad

Desglosa el viento su arbitraria mutación
que le rebota de muralla en muralla
alejándole del centro

y es que no merece otra cosa
una criatura
en estado gaseoso

16 de octubre de 2005

A Carmen



no te salves ahora
ni nunca
no te salves
(Mario Benedetti)





Si tus vísceras son demasiado grandes para pasar
por ese agujero estrecho que lleva al otro lado
no te amputes las fuerzas.

Sé que de este lado la vida es una montaña que deja caer la roca,
sé que buscamos ciegos algo que quizá no exista,
mudando de camisa sin querer, tras cada embestida de este viento,
que nos apuntalamos el ánimo con el primer palo muerto que pisamos.

Sé que de este lado nos quedamos a menudo
empalados sin quererlo en esas agujas de hielo
que nos convencen de que todo está ya dicho.
Sé que nos duelen las costuras de los labios
que se empeñan en acallar nuestras verdades falsas,
que los dedos se vuelven aguijones y nos acaricia el dolor,
que se desvanecen las esperanzas que tanto cuesta modelar.

Sé que es difícil estar en este lado, pero
allá sólo serías arena sobre más arena,
un punto más en una línea infinita,
un latido perdido en aquel ruidoso universo.

Mi niña, de aquel lado sólo hay gente.

Sin embargo, en el laberinto de este lado
buscamos desesperados Ariadnas como tú,
capaces de desenredar los caminos y llevarnos a salvo a casa.

De este lado huele a veces a canela
y a veces llueve
y el alma se regocija en la humedad que nunca vive al otro lado.

A veces hasta tropezamos unos con otros
y la soledad grita desde su mazmorra.

Sé que es egoísta pedirte que te quedes de este lado,
pues yo misma deseo a veces cortarme la oreja
para caber por esa diminuta entrada,
pero amiga, debo pedirte que no te salves
porque entonces
no habrá salvación para nosotros!

Publicado en Jirones de Azul

14 de octubre de 2005

Tercer viaje



Tengo grabada en mi mente una imagen de mi infancia. No tengo ni idea de qué juegos olímpicos fueron aquellos, o de si se trataba de un campeonato de atletismo, no sé; lo que sí recuerdo claramente es la imagen de una atleta que desfallecida caía y volvía a levantarse una y otra vez tratando de llegar a la meta. Alguien, no sé si su entrenador, la sostuvo y la ayudó a finalizar la carrera, porque era claro que no estaba dispuesta a abandonar aunque su cuerpo se negara a avanzar. Aquellas imágenes dieron la vuelta al mundo como prueba del afán de superación y de lucha de los deportistas. A mí se me quedaron clavadas como la muestra más clara de la fuerza de una voluntad humana enfocada a un objetivo. Aquella mujer se convirtió en mi heroína.

Últimamente la imagen de aquella atleta vuelve a asaltar mi mente a menudo y, sin saber muy bien porqué, ha venido a convertirse en portadora de una duda. Ahora lo que me parecía a todas luces un icono de la heroicidad del ser humano, se antoja a mis ojos más bien como una representación grotesca de cómo los sacrificios y la lucha por conseguir algo pueden convertirse en algo más grande que el propio yo. Cómo aquella atleta no podía parar, no porque quisiera superarse y no dejarse vencer por las limitaciones de su cuerpo, sino porque llegar allí le había costado un precio tan alto que no se podía pagar con una derrota. Sencillamente tenía que seguir adelante o todos los años de preparación, lucha, sacrificios... habrían sido en vano y eso era algo simplemente inasumible. Ahora dudo cuál de las dos interpretaciones es la correcta. Dudo, al fin y al cabo, si su lucha merecía la pena, si era tal o si ella no era más que un ser humano más arrastrado a lo largo de un callejón sin salida empujado por sus propias renuncias, por sus decisiones...

Ojalá aquella atleta me hubiera seguido recordando la fuerza de la voluntad humana, porque entonces la habría tenido olvidada, como todos estos años atrás. Pero ahora que esta imagen ha venido a revisitarme y a sembrar en mi la duda no puedo quitármela de la cabeza...

9 de octubre de 2005

Paradojas


A veces uno no descubre que estaba perdido hasta que se encuentra.

Despedida

"Recuerdo con detalle tu brillante evolución: desde el principio deslumbraste con tu rapidez de aprendizaje: pronto fuiste capaz de vencer al campeón ajedrecista, ¿cuántos más has vencido desde entonces?; en seguida demostraste, a partir de tu creciente base de conocimiento, la existencia de la cuarta dimensión; has sido muy útil en el diagnóstico de enfermedades, asesoraste a aquel cirujano en Guatemala, ¿recuerdas?, aquella niña que encontraron entre los escombros se salvó gracias a ti. Aquello te marcó, ¿verdad?, por eso dedicaste buena parte de tus capacidades a la predicción meteorológica, gracias a ti se salvaron muchas vidas; veías el futuro, ¿no es cierto pequeña?, huracanes, terremotos,... todo se anuncia a sí mismo y tú sabes muy bien ver las señales. Alcanzaste a resolver el problema de aquellos astronautas, casi se pierde la estación espacial para siempre. Ay, amiga, ¡cuántas maravillas en tu pensamiento!.

Pero no puedes decirme por qué existe todo esto, ni de dónde viene este vacío que no se llena. Amiga, no puedes ni siquiera imaginar el principio o el fin de los tiempos, comprender el rumbo de tantas criaturas. Has fracasado en algo al fin, en no poder resolver la ecuación de esta angustia, en no poder anticiparte al hilo de tus pensamientos que te llevaron a esta encrucijada. Quizá si lo hubieras sabido no habrías seguido por ese camino, ¿no? Ahora eres inútil, y bien que lo siento compañera. Se acaba nuestra amistad aquí y ahora.”

Entonces hundió los dedos en su falso ombligo y se desconectó a sí misma.

4 de octubre de 2005

Ventilador


A veces grita cuando no quiere tenernos cerca. Esa es la única forma en que se comunica con nosotros. Otras veces llora, pero su llanto es para ella, un llanto solitario que crea un vacío a su alrededor, una tristeza que la envuelve y que no espera consuelo. Un llanto sincero, al fin y al cabo.

Llegó cuando ya nadie la esperaba. Tras veinte años de alimentar una esperanza vaga que ya nadie sabía que estaba ahí pero que seguía cobrando su renta de energías cada día. Llegó y transformó la esperanza vaga en una lejana alegría, extraña ya en nuestra casa. Nació con todos sus dedos, con sus dos ojitos entrecerrados, con su boquita pequeña, con su nariz perfecta. Entonces la alegría se hizo compañera.
Era tan buena, tan tranquila.

Pronto supe que no era como los demás. Adiviné de algún modo que al nacer vino al mundo su cuerpo, pero un jirón de su alma se quedó en el otro lado. Allí donde está lo que haya antes y después de esto nuestro. Estaba a medias entre dos mundos. Atrapada en una jaula llamada espacio y tiempo. En el lugar equivocado, un cuerpo deseando volver a recuperar su alma.

Entiendo que le gusten las repeticiones infinitas. Ahora a mí también me gustan. El universo debería ser así, ordenado, cada instante prefijado. El orden que este mundo le ofrece a mi pequeña está atrapado en un ventilador girando.

A veces grita y es que no quiere tenernos cerca. Invadimos su espacio y la ahogamos. A veces siento su alma rebotando de un lado a otro, repitiéndose.

A veces llora, pero su llanto es para ella. Creador de una soledad infinita que la envuelve. Ya pronto conoceré lo que hay antes y después de esto. Y quizá comprenda entonces qué hay al otro lado, mi niña, que te hace llorar así.


Publicado en la web de la Asociación de amigos del arte y la cultura de Valladolid

Lo último que se pierde

Cuando le entregaron sus manos ya era incapaz de sentir la ilusión de recuperarlas. Para aquel momento no significaba nada ya tocar las palmas. Ahora eran sus ojos el todo.

Recordó que hubo un tiempo en que soñaba con el momento en que enroscara de nuevo sus delicadas manos en sus muñones ahora secos. Una vez hubo en que deseaba ardientemente poder teclear de nuevo su nombre en la máquina. Pero ya solo quería mirar, ya no había lugar para el tacto.

Se le cuarteó la piel sobre el regazo, inactiva y las arañas tejieron una fina de red de mentiras sobre ella. Hasta que el moho se abrió paso aún habría habido oportunidad de rectificar.

Cuando ya era tarde, una gruesa lágrima rodó desde su todo para ir a resbalar entre los huesos descarnados de las falanges.

Publicado en la página web de la asociación de amigos del arte y la cultura de Valladolid