Levantarse un día para encontrar en el espejo
a alguien que no eres tú.
Buscarse entonces en los nuevos pliegues, en el puzle de la piel, en el color nuevo de los ojos y ese labio prominente que amenaza.
No ser capaz de descifrar la curva de la barbilla o la caída de las orejas.
Pasar las manos por las nuevas caderas y esas pantorrillas que siguieron caminos desconocidos.
Vestirse con cierta vergüenza y abandonarse sin nostalgia, como si no se perdiera gran cosa, como si no pasara nada.
Ajeno preguntarse adónde fue aquel que fuiste
y lavar esa cara de otro
y lanzarse a la calle a ver a los de siempre
que te reconocen enseguida
sin echarte de menos.
Rosa Yáñez. "El pergamino que contiene su nombre"
Cuadernito de poemas que ya mismito estará a la venta...
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