22 de mayo de 2010

Los suicidas

Él siempre estuvo menos seguro de aquel paso. Pero al final ella le convenció o el creyó estar convencido, lo que llevaba a lo mismo: allí estaban los dos. Algo nerviosos, claro. Pensando en cómo sería el después y en qué dirían todos. Ponderando si las circunstancias exigían que se dieran la mano y así cumplieran su dramático papel romántico. Ella sonreía y él sabía que ahora dudaba. Pero ya era decisión tomada y uno no puede andarse contradiciendo. Habían leído sobre otros amantes que habían dado el paso y ahora sentían su apoyo invisible. Fue ella la que finalmente tomó la iniciativa y le agarró fuerte la mano. Alargó la otra hacia el borde de aquel abismo mesa y firmó, con mal pulso, al pie de la hipoteca.

(Al fin literariamente desbloqueada... ¡fíuuu!)