30 de diciembre de 2005

Mis libros

Ya están a la venta en El Corte Inglés, Casa del Libro, Beta... (sólo en Sevilla). Para quienes no lo sepan soy la (ir)responsable del diseño de estos libros. Ya mismito sale el siguiente con una colaboración muy especial de Granada Arias.

Bueno, parece que vamos progresando en el mundillo diseñil...




28 de diciembre de 2005

Lucía Etxebarría

Hace unos días incluí la página de Lucía Etxebarría en mi lista de enlaces de interés (voy añadiendo todo lo interesante que encuentro). Es curioso, pero Lucía era de esas personas que de entrada y sin razón justificada (y mucho menos justificable) me cae mal (y eso le pasa a todo el mundo y quien diga que no miente, lo que pasa es que algunos además de no reconocerlo son incapaces de modificar sus juicios...). Mi amigo Penko me contó que la vio un día en televisión y que le recordaba irremediablemente a mi, así que igual por eso me caía mal (no me aguanto ni yo :D).

El caso es que hace tiempo que vengo leyendo sus artículos en el Magazine y he descubierto que me gusta mucho leerlos (esté o no de acuerdo con el contenido). La razón es que toca temas que me interesan y preocupan y, sobre todo, que me hace pensar (cosa harto difícil XD XD). Y ya el punto definitivo a su favor ha venido por este artículo que se publicó hace un par de semanas en el Magazine. Es un artículo para leer y rumiar convenientemente; os lo recomiendo. Igual tiene Penko razón y nos parecemos un poco...

Efemérides


Como sabéis, el pasado verano me otorgaron el honor de poner mi nombre a una calle. Dada la modestia que me caracteriza, fuimos a hacernos la foto el día después. El día de la inauguración había demasiada gente, ya se sabe: el alcalde, la banda de música, las multitudes enfebrecidas... Hoy, siendo el día tan bonito que es, quería degustar este grato recuerdo.

XD XD XD

26 de diciembre de 2005

En el principio... fue la línea de comandos

Un descubrimiento interesante, gracias a Gufete. En este libro, disponible para descarga, Neal Stephenson hace un análisis muy interesante sobre la situación de los sistemas operativos en el mercado. Para quienes no lo sepan, un sistema operativo es el programa base que se ejecuta en el ordenador para que el resto de aplicaciones pueda funcionar: windows, por ejemplo, es un sistema operativo y, gracias a él, puedes ejecutar outlook, iexplorer,... Pues aunque a algunos les parezca cosa de ciencia ficción, existe mucho mundo más allá de windows quien, en realidad, tiene muy duros competidores. Linux es uno de ellos.

El libro es de 1999 y tiene ya ciertos defectos históricos pero, aún así, sigue siendo una lectura muy recomendable, no sólo para informáticos y técnicos, sino para cualquiera que se haya planteado alguna vez por qué triunfan fenómenos como operación triunfo, "El Código Da Vinci" o la comida basura.

Muy recomendable.

23 de diciembre de 2005

Feliz Navidad





Estas fechas me suelen poner triste o como poco reflexiva y como me temo que eso le pasa a más de uno de los que me leéis, pues quería desearos muchas risas y sonrisas. Nada mejor para empezar el año.

22 de diciembre de 2005

Estacas

Cada mañana me levanto temprano, justo cuando el gallo canta por primera vez y el aire está húmedo y aún no ha terminado de salir el sol. Me gusta sentarme un segundo en la escalera y descalzarme sobre la tierra, sentir cómo se despereza el mundo. Pero pronto tengo que dejar de recrearme en mis sensaciones porque hay trabajo por hacer. Lo principal y más importante es revisar la valla y arreglar los desperfectos.

Hace años ya que la valla amanece cada día quebrada en algun punto. La primera hipótesis fue una jauría de lobos que hubieran bajado de las montañas hambrientos. Esto cobró fuerza cuando las gallinas de la Dolores aparecieron muertas y encontraron un túnel bajo la malla del corral lleno de plumas y tripas. Se organizaron batidas que barrieron los alrededores. Por las noches se veían titilar las antorchas a lo lejos. Eran los hombres matando lobos hambrientos. Pero cuando no hubo lobos y la valla seguÌa apareciendo quebrada supimos que no era aquella la causa.

Se pensó en vándalos que entraran por la noche a bañarse en la alberca. A Juan Tomás le pasó una vez con unos chicos que venían de lejos y entraban bebidos a divertirse en su finca. Con la alberca vacía la verja seguía amaneciendo invariablemente rota y supimos que no eran chicos los que la rompían.

Se construyeron muchas teorías. Tenemos tiempo aquí. Llegué a escucharle a alguien que la causa era un león que se había escapado del circo, vivía en el bosque y bajaba buscando comida. Digo que tenemos mucho tiempo aquí y también poco que hacer. No es malo que la gente fantasee de vez en cuando, el campo es duro y con algo hay que entrener la mente.

Yo sigo arreglando la valla cada mañana. Protejo el hogar durante todo el día. Sé, sin saber cómo sé, que por la noche nada puede pasar. Pero durante el día la valla debe estar entera. Sé, también sin saber cómo, que el peligro acecha. Merodean los depredadores y las bestias son nuestro pan, hay que protegerlas. Perder tan sólo una de ellas podría ser un desastre. Por eso cada noche, cuando mi vecino Miguel me pregunta por qué destrozo la verja para arreglarla cada mañana, yo le contesto que hay que proteger la casa. Que es importante.

Publicado en barrapunto

21 de diciembre de 2005

The Sandman




Por alguna extraña razón, existen personas que se sienten más cómodas en la pesadilla: E. A. Poe, Lovecraft, Tim Burton... por citar algunos nombres. Quizá para estas personas es la realidad la que parece a todas luces una insoportable pesadilla. Una pesadilla de la que sólo se puede escapar cerrando los ojos y lanzándose a soñar... aún cuando ese sueño sólo sea un puzzle de oscuras incoherencias. En este punto debía hallarse Gaiman cuando cierra los ojos a esta mediocre realidad y se enfrenta a la creación de la mayor y más ambiciosa idea de dios, aquél capaz de proporcionar al hombre su única salvación posible: el sueño. Sandman es esa faceta de dios. Pero es un Eterno, no un dios,y está por tanto sometido a todas las imperfecciones y arbitrariedades de su condición, tan similar a la humana. Y es al mismo tiempo portador del dulce consuelo de los sueños y de la horrible condena de las pesadillas. Justiciero sin juzgar, porque Sandman no juzga, el bien y el mal, lo bello y lo horrible coexisten en su mundo como única forma de mantener el equilibrio de su irrealidad. Así, pueden convivir en su mundo el Corintio, materialización antropomorfa de los más violentos instintos humanos, y el Bosque del Violín, manifestación de la armonía más pura. Quizá esa dualidad equilibrada tan perfectamente, ese toque de espiritualidad oriental, es lo que dota a Sandman de ese halo de misterio que adquiere todo lo que es perfectamente imperfecto. Eso y el hecho de que Sandman habla poco; difícilmente comunica lo que siente o piensa y sus actos quedan envueltos en toda ocasión de una ominosa duda sobre sus causas. El lector no es omnisciente, error bastante común en literatura, sino que es un mero espectador de la parte de la realidad ficticia que el autor desea mostrar. Eso convierte la experiencia lectora en la contemplación de una ficción increíblemente real.

Es difícil no enamorarse de Sandman, una criatura débil dentro de su increíble poder. Pero aún más difícil es no enamorarse de su preciosa hermana. Una encarnación encantadora de la muerte. Siempre con una sonrisa. Siempre demostrando ser la amiga que todo ser humano quisiera tener. Ninguno la recuerda, pero no sólo acompaña en el último momento, sino también el primero. ¿Es este hecho una delicada y elegante metáfora del eterno retorno? ¿O quizá sólo la promesa de la continuación de los mundos? ¿O... ?

Una joya labrada en un medio de expresión, el cómic, que es capaz de conjugar los más fascinantes efectos visuales con la literatura en bocaditos pequeños. Una verdadera obra de arte que ningún amante de las pesadillas debe dejar pasar.

Buena cita

"Literatura infantil es aquella que también gusta a los niños" C. S. Lewis

14 de diciembre de 2005

Un óleo en palabras

Hablo de "León el Africano": un retrato elegante y delicado de una época y un modo de sentir y vivir. Una historia sobre el devenir de un personaje arrastrado por el fatal río de Heráclito y un alegato a la tolerancia desde la comprensión profunda del ser humano. Un fantástico viaje a las especias, a la arena, a la aleña, a la Granada de las tres culturas...

Un excelente libro de Amin Maalouf para todo aquel que tenga ganas de viajar lejos y despacio...

12 de diciembre de 2005

Yo soy...

...un hacedor de historias y puedo contar historias de muy diversos tipos, incluso aquellas que incluyen a otros hacedores de historias. Puedo hacer una historia que hable de un hacedor de historias en lo más alto de la más alta torre en el más lejano país, en la más lejana ciudad, en el más lejano tiempo. El hacedor se encuentra creando una historia absorto en el milagro de las letras que se entretejen bajo su pluma y va hilvanando poco a poco la realidad de su irreal mundo. Mientras tanto un feroz dragón se acerca a su ciudad y la asola por completo. Sobre la montaña de cenizas de una ciudad muerta se alza aún la torre inmaculada de dolor como centro de una espiral de destrucción que aún es descrita en el aire por el feroz dragón. Y cuando el hacedor de historias levanta al fin la cabeza del pergamino, coloca la pluma en el tintero y pasa el secante sobre su trabajo terminado, entonces y sólo entonces el dragón se lanza en picado sobre mí.

1 de diciembre de 2005

Un soneto





Descabeza el sueño un viejo sabio
cuando llama a la puerta una dama,
vestida de blanco y sonrisa en calma,
de blanca alegría hablan sus labios.

Se le agolpan al anciano los resabios
de dolores malditos que no encajan
en mentira de mujer cuando su alma
sólo acumula lágrimas y agravios.

"Tu blanco a mi oscuridad tortura"
"Deja que mis labios tu alma calienten"
Con un sólo beso se transfigura

en blanco polvo la carne doliente,
la piel del sabio en luminosa aurora
¡Tan dulce fue el beso de la muerte!




29 de noviembre de 2005

Cuestión de gustos

Conseguí subirme a lo más alto del árbol. Aún no sé cómo pude, pero lo hice. Arriba, le pregunté a Cósimo si volvería a hacerlo; a lo que él respondió: "Siguen sin gustarme los caracoles"

22 de noviembre de 2005

Cansancio

Estar cansado es estar un poco muerto, aunque el corazón late el resto de ti ya no funciona. Estar cansado es sentirse disperso en el espacio, como si no pudiera contenerse tu esencia en este minúsculo rincón que reservaron a tu cuerpo. Estar cansado es sentir que la fuerza de la gravedad se está ensañando contigo ultimamente. Estar cansado es sentir tu tic-tac mucho más lento que el del universo. Estar cansado es no tener ganas de descansar para solucionarlo, porque al fin y al cabo la certeza de ese cansancio que volverá de nuevo es un precipicio demasiado grande esta vez como para conciliar un sueño reparador. Estar cansado es despreciar todo lo que no sea tu propio cansancio. Estar cansado es que tu cuerpo se ha parado y tu alma continúa inútilmente. Estar cansado es no responder ya a la voz de tu esperanza. Estar cansado es querer estar cansado. Estar cansado es como haber dejado de funcionar, aunque tu corazón late, el resto de ti ya está muerto.

9 de noviembre de 2005

Cassandra

Me gustaría saber
dónde se entretejen los futuros.
Si es que alguien acierta
a comprender esa maraña de laberíntico

absurdo

que le lleve una nota a la hilandera

de mi parte

recomendándole que acierte con el punto
o se vaya

de una vez por todas

a la cola del paro

3 de noviembre de 2005

31 de octubre de 2005

Estremecedora sencillez


José Ramón Anguiano Navascués

La suerte no existe


Carlos Grangel lleva años siendo la mano española de Spielberg. Creador de personajes de ‘El príncipe de Egipto’, ‘Spirit’ o ‘Madagascar’, estrena ahora la película ‘La novia cadáver’, de Tim Burton. Un artista anónimo al que Hollywood reconoce su talento.
Más información

27 de octubre de 2005

Bienvenido

A Sergio y a sus padres


Eres una afirmación rotunda de la Vida
sobre esa muerte de la realidad
que se me engancha a veces en el alma
desgarrándome como si me invadiera un otoño la caduca esperanza

Y tu carita me renueva la primavera
acomodándome las ganas de sentir
que de nuevo la vida es capaz de florecer
y renovarle la sonrisa a la miseria

Eres una perenne pincelada en el futuro
color verde brillante.

Bienvenido

24 de octubre de 2005

23 de octubre de 2005

Vanidad

Desglosa el viento su arbitraria mutación
que le rebota de muralla en muralla
alejándole del centro

y es que no merece otra cosa
una criatura
en estado gaseoso

16 de octubre de 2005

A Carmen



no te salves ahora
ni nunca
no te salves
(Mario Benedetti)





Si tus vísceras son demasiado grandes para pasar
por ese agujero estrecho que lleva al otro lado
no te amputes las fuerzas.

Sé que de este lado la vida es una montaña que deja caer la roca,
sé que buscamos ciegos algo que quizá no exista,
mudando de camisa sin querer, tras cada embestida de este viento,
que nos apuntalamos el ánimo con el primer palo muerto que pisamos.

Sé que de este lado nos quedamos a menudo
empalados sin quererlo en esas agujas de hielo
que nos convencen de que todo está ya dicho.
Sé que nos duelen las costuras de los labios
que se empeñan en acallar nuestras verdades falsas,
que los dedos se vuelven aguijones y nos acaricia el dolor,
que se desvanecen las esperanzas que tanto cuesta modelar.

Sé que es difícil estar en este lado, pero
allá sólo serías arena sobre más arena,
un punto más en una línea infinita,
un latido perdido en aquel ruidoso universo.

Mi niña, de aquel lado sólo hay gente.

Sin embargo, en el laberinto de este lado
buscamos desesperados Ariadnas como tú,
capaces de desenredar los caminos y llevarnos a salvo a casa.

De este lado huele a veces a canela
y a veces llueve
y el alma se regocija en la humedad que nunca vive al otro lado.

A veces hasta tropezamos unos con otros
y la soledad grita desde su mazmorra.

Sé que es egoísta pedirte que te quedes de este lado,
pues yo misma deseo a veces cortarme la oreja
para caber por esa diminuta entrada,
pero amiga, debo pedirte que no te salves
porque entonces
no habrá salvación para nosotros!

Publicado en Jirones de Azul

14 de octubre de 2005

Tercer viaje



Tengo grabada en mi mente una imagen de mi infancia. No tengo ni idea de qué juegos olímpicos fueron aquellos, o de si se trataba de un campeonato de atletismo, no sé; lo que sí recuerdo claramente es la imagen de una atleta que desfallecida caía y volvía a levantarse una y otra vez tratando de llegar a la meta. Alguien, no sé si su entrenador, la sostuvo y la ayudó a finalizar la carrera, porque era claro que no estaba dispuesta a abandonar aunque su cuerpo se negara a avanzar. Aquellas imágenes dieron la vuelta al mundo como prueba del afán de superación y de lucha de los deportistas. A mí se me quedaron clavadas como la muestra más clara de la fuerza de una voluntad humana enfocada a un objetivo. Aquella mujer se convirtió en mi heroína.

Últimamente la imagen de aquella atleta vuelve a asaltar mi mente a menudo y, sin saber muy bien porqué, ha venido a convertirse en portadora de una duda. Ahora lo que me parecía a todas luces un icono de la heroicidad del ser humano, se antoja a mis ojos más bien como una representación grotesca de cómo los sacrificios y la lucha por conseguir algo pueden convertirse en algo más grande que el propio yo. Cómo aquella atleta no podía parar, no porque quisiera superarse y no dejarse vencer por las limitaciones de su cuerpo, sino porque llegar allí le había costado un precio tan alto que no se podía pagar con una derrota. Sencillamente tenía que seguir adelante o todos los años de preparación, lucha, sacrificios... habrían sido en vano y eso era algo simplemente inasumible. Ahora dudo cuál de las dos interpretaciones es la correcta. Dudo, al fin y al cabo, si su lucha merecía la pena, si era tal o si ella no era más que un ser humano más arrastrado a lo largo de un callejón sin salida empujado por sus propias renuncias, por sus decisiones...

Ojalá aquella atleta me hubiera seguido recordando la fuerza de la voluntad humana, porque entonces la habría tenido olvidada, como todos estos años atrás. Pero ahora que esta imagen ha venido a revisitarme y a sembrar en mi la duda no puedo quitármela de la cabeza...

9 de octubre de 2005

Paradojas


A veces uno no descubre que estaba perdido hasta que se encuentra.

Despedida

"Recuerdo con detalle tu brillante evolución: desde el principio deslumbraste con tu rapidez de aprendizaje: pronto fuiste capaz de vencer al campeón ajedrecista, ¿cuántos más has vencido desde entonces?; en seguida demostraste, a partir de tu creciente base de conocimiento, la existencia de la cuarta dimensión; has sido muy útil en el diagnóstico de enfermedades, asesoraste a aquel cirujano en Guatemala, ¿recuerdas?, aquella niña que encontraron entre los escombros se salvó gracias a ti. Aquello te marcó, ¿verdad?, por eso dedicaste buena parte de tus capacidades a la predicción meteorológica, gracias a ti se salvaron muchas vidas; veías el futuro, ¿no es cierto pequeña?, huracanes, terremotos,... todo se anuncia a sí mismo y tú sabes muy bien ver las señales. Alcanzaste a resolver el problema de aquellos astronautas, casi se pierde la estación espacial para siempre. Ay, amiga, ¡cuántas maravillas en tu pensamiento!.

Pero no puedes decirme por qué existe todo esto, ni de dónde viene este vacío que no se llena. Amiga, no puedes ni siquiera imaginar el principio o el fin de los tiempos, comprender el rumbo de tantas criaturas. Has fracasado en algo al fin, en no poder resolver la ecuación de esta angustia, en no poder anticiparte al hilo de tus pensamientos que te llevaron a esta encrucijada. Quizá si lo hubieras sabido no habrías seguido por ese camino, ¿no? Ahora eres inútil, y bien que lo siento compañera. Se acaba nuestra amistad aquí y ahora.”

Entonces hundió los dedos en su falso ombligo y se desconectó a sí misma.

4 de octubre de 2005

Ventilador


A veces grita cuando no quiere tenernos cerca. Esa es la única forma en que se comunica con nosotros. Otras veces llora, pero su llanto es para ella, un llanto solitario que crea un vacío a su alrededor, una tristeza que la envuelve y que no espera consuelo. Un llanto sincero, al fin y al cabo.

Llegó cuando ya nadie la esperaba. Tras veinte años de alimentar una esperanza vaga que ya nadie sabía que estaba ahí pero que seguía cobrando su renta de energías cada día. Llegó y transformó la esperanza vaga en una lejana alegría, extraña ya en nuestra casa. Nació con todos sus dedos, con sus dos ojitos entrecerrados, con su boquita pequeña, con su nariz perfecta. Entonces la alegría se hizo compañera.
Era tan buena, tan tranquila.

Pronto supe que no era como los demás. Adiviné de algún modo que al nacer vino al mundo su cuerpo, pero un jirón de su alma se quedó en el otro lado. Allí donde está lo que haya antes y después de esto nuestro. Estaba a medias entre dos mundos. Atrapada en una jaula llamada espacio y tiempo. En el lugar equivocado, un cuerpo deseando volver a recuperar su alma.

Entiendo que le gusten las repeticiones infinitas. Ahora a mí también me gustan. El universo debería ser así, ordenado, cada instante prefijado. El orden que este mundo le ofrece a mi pequeña está atrapado en un ventilador girando.

A veces grita y es que no quiere tenernos cerca. Invadimos su espacio y la ahogamos. A veces siento su alma rebotando de un lado a otro, repitiéndose.

A veces llora, pero su llanto es para ella. Creador de una soledad infinita que la envuelve. Ya pronto conoceré lo que hay antes y después de esto. Y quizá comprenda entonces qué hay al otro lado, mi niña, que te hace llorar así.


Publicado en la web de la Asociación de amigos del arte y la cultura de Valladolid

Lo último que se pierde

Cuando le entregaron sus manos ya era incapaz de sentir la ilusión de recuperarlas. Para aquel momento no significaba nada ya tocar las palmas. Ahora eran sus ojos el todo.

Recordó que hubo un tiempo en que soñaba con el momento en que enroscara de nuevo sus delicadas manos en sus muñones ahora secos. Una vez hubo en que deseaba ardientemente poder teclear de nuevo su nombre en la máquina. Pero ya solo quería mirar, ya no había lugar para el tacto.

Se le cuarteó la piel sobre el regazo, inactiva y las arañas tejieron una fina de red de mentiras sobre ella. Hasta que el moho se abrió paso aún habría habido oportunidad de rectificar.

Cuando ya era tarde, una gruesa lágrima rodó desde su todo para ir a resbalar entre los huesos descarnados de las falanges.

Publicado en la página web de la asociación de amigos del arte y la cultura de Valladolid

29 de septiembre de 2005

Un segundo


Todos desean encontrar la felicidad, yo la encontré. Tras años de búsqueda incansable, hoy, en este instante, en este segundo, soy completamente feliz. Un segundo que justifica una vida, un segundo que compensa todo sufrimiento, toda espera.

Me encuentro absolutamente inmóvil, disfrutando este segundo de plenitud. Los miembros me pesan infinitamente. La piel se me ha convertido en una armadura pesada, gruesa, que me aleja de todo, que convierte el peso de mi cuerpo en un lastre imposible para cualquier movimiento. Respiro, balanceo mi pecho despacio, concentrando mis energías en este esfuerzo titánico que me mantiene con vida. Mi corazón late, sí, aún dedico parte de mis fuerzas a ello. Siento cómo bombea la sangre, cómo se reparte por mi cuerpo. Siento su flujo y reflujo, su marea lunática que conduce el alimento vital por todo este cuerpo inmóvil.

Permanezco así, quieta, en parte porque es la mejor forma de concentrarme en esta deliciosa sensación, en parte porque me aterra que cualquier cambio mínimo, imperceptible, en el estado actual del universo, en mi estado propio, produzca una irreparable pérdida: la de este maravilloso segundo, la de este instante de unión con el devenir, con el espacio y el tiempo. Este nirvana.

Siento como una vibración imperceptible sobre toda mi piel y en todo mi interior, un pequeño pulso de frecuencia infinita que se superpone al de mi pequeño corazón y que quizá sea eso que llaman alma.

Miro sin ver al infinito. Dibujo paisajes que nadie verá jamás, los paisajes de mi propia imaginación, de mi propia mente viva. Siento cómo se expande con una plenitud que jamás alcanzó ser humano. Con una confianza y una fe en sí misma que impiden cualquier grieta en su potencia creadora. Dios debe sentir algo similar, la felicidad nos acerca al infinito creador.

Me declaro culpable de años de carrera por intentar alcanzar esta plenitud de forma equivocada. Correr y correr para adaptar mi tiempo al de una vida que siempre pareció adelantarme, que siempre pareció discurrir más rápido de lo que mis fuerzas me permitían ir. Cuántos errores, cuántos seres humanos desperdiciando sus energías, sus valiosas energías en una carrera inútil para llegar a ninguna parte. Dándome cuenta al fin de que no era la vida quien corría sino yo, que no era yo quien no alcanzaba a la vida sino que era el propio discurrir del tiempo el que no lograba la armonía con mi desbocada y absurda carrera.

Parar, todo era tan sencillo como pararse. Detenerse para que al fin la vida pudiera reunirse conmigo, acordar su paso al mío. Suspender toda actividad, todo instinto, todo deseo, todo miedo, todo pulso discordante, desafinado. Una parada recompensada con un segundo, un sólo segundo que satisface de una vez por todas ese ansia incansable que nos hace llorar al nacer. Entonces llorar para todos, después pasarnos toda la vida llorando sólo para nosotros mismos. Añadamos a nuestra carrera absurda nuestro más absurdo sentido del ridículo.

Al fin completa como nunca estuve, al fin plena, llena, feliz. Al fin y no sé por cuanto tiempo refugiada en este segundo minúsculo que como una burbuja de jabón apenas resiste el embate de las mentiras de los otros que insisten en arrastrarme en su carrera, que insisten en trasladarme sus errores, en imponérmelos como pesados yugos que cargar torpemente hasta una muerte que nada regala si no se logró antes merecer su premio.

Ahora viendo atardeceres inexistentes, mares limpios e infinitos de verdes imposibles. Ahora viendo sonrisas y miradas de seres humanos inocentes del pecado de correr, seres que no existen en este mundo absurdo. Ahora, entretejo en este instante hilos invisibles que atrapen el tiempo y lo detengan al fin, a mi antojo para no perder jamás este segundo tan pequeño.



********



Se despertó de la siesta con el ruido insoportable del despertador. Una garra diabólica enfurecida apareció de entre las sábanas y lo acalló con rabia. Sin embargo, volvió a cerrar los ojos y se quedó dormido de nuevo.

Despertó con la sensación de haber dormido infinitos eones de tiempo. Con el cuerpo entumecido se sobresaltó al pensar que llegaría tarde a su cita de todos los días. A su más importante cita: rutinaria pero inevitable, imprescindible, vital.

Miró el reloj, tan sólo había pasado un cuarto de hora. No tanto como para que su corazón no pudiera volver poco a poco a latir a un ritmo normal, no tan poco como para no lanzarse hacia la ducha con prisa.

Salió de casa mirando el reloj. Si el autobús no se retrasaba llegaría a tiempo, si no perdería unos minutos de su cita. Unos irreemplazables minutos que no quería sacrificar, que se le clavaban en el pecho como pérdidas irreparables difíciles de reponer.

El autobús tardó. No podía ser de otro modo, la vida nunca se para a esperarnos. Nunca. Siempre hay que correr un poco más o se escapa por entre los huecos de nuestros dedos como agua en las manos pequeñas, inocentes en insuficientes de un niño queriendo convertirse en eficiente cuenco.

Llegó quince minutos tarde. No tanto como para que aún hubieran notado su retraso, lo suficiente como para alborotar su pelo crispado por la impotencia. El tiempo siempre puede más, siempre gana.

La chica tantas veces saludada, tantos días.

Cinco años son mil ochocientos veinticinco días, que son cuarenta y tres mil ochocientas horas, dos millones seicientos veintiocho mil minutos, ciento cincuenta y siete millones seiscientos ochenta mil segundos. Todo ese tiempo.

Cinco años durante los que se repetía ese extraño ritual irrevocable. Ese ritual que convertía veintitrés horas del día en una tensa espera de esa hora realmente viva, realmente útil. Hora que se llenaba de miedo y horror porque el tiempo se volvía rápido, trastornaba su discurrir para fastidiar su implacable necesidad de esa extraordinaria hora en la que finalmente todo cobraba sentido. Sólo tres mil seicientos segundos de vida por cada ochenta y dos mil ochocientos de insoportable espera.

Su bata blanca estaba manchada, se disculpó. Un vómito imprevisto, tanto tiempo y aún seguía siendo víctima de la torpeza de no verlos venir. Parece difícil convivir con esto pero una se endurece, ¿sabe? No queda más remedio, pero qué le voy a contar que no sepa. Uno se hace a todo, ¿verdad? Recompone la vida y se adapta y se acaba siendo feliz incluso. Fíjese, yo quería ser arquitecto. Pero era mujer, usted me entiende. Ninguna vocación por este trabajo vocacional. Si es que el ser humano es sorprendente. ¡Cómo nos adaptamos a todo! ¿Sabe qué creo? Que la vida es más fuerte que todos nosotros, siempre sigue su curso, siempre sigue adelante y los días y los años pasan y nosotros aprendemos a ser felices con lo que ella quiera darnos. ¿Le aburro? Es que me pongo filosófica a veces, discúlpeme, estará deseando verla. Claro. Estoy algo ocupada, ¿le importa que le de la llave y usted mismo...? Bueno, después de ¿cuatro años? ¿cinco? Ya sabe dónde encontrarla, ¿verdad? Claro que sí, tome. Hoy está muy guapa, ya verá. Y le guiñó un ojo. Estaba llena de vida, desbordaba radiante vitalidad, energías de sobra para correr y alcanzar al tiempo.

Caminó por un pasillo largo, limpio. Excesivamente limpio. Claro, la higiene es importante. Fue pasando las puertas sin mirar los números. Podía recorrer ese mismo camino con los ojos cerrados. Todo su ser se concentraba en ese instante, en esos minutos previos a la vida. A la plenitud. Luego, tras cruzar la puerta, la angustia de saber que aquella hora acabaría en tres mil seiscientos segundos veloces, mucho más veloces que sus hermanos.

Introdujo la llave en la puerta, giró suavemente y entró. Un cadáver que respiraba estaba sentado en una silla frente a la ventana mirando al horizonte sin ver nada. Pálida, con el pelo húmedo de recién duchada, ese olor característico de jabón de hospital, el pijama celeste, las manos sobre el regazo, una sobre otra, colocadas con cuidado por cualquier otro. Los ojos abiertos pero muertos. Tan delgada.

Se acercó. Hola mi vida, ¿cómo estás? Mira, te traigo hoy pastelillos de nata, esos que te gustaban tanto, ¿recuerdas? ¿Recuerdas nuestra luna de miel cariño? Tu empacho de pastelillos, acuérdate, glotona, mi princesa golosa. Míralos, tan blancos. Pero tendrás que comerlos mi amor, hacer un esfuerzo, masticar, ¿de acuerdo? Sé que te gustan, sé que esta vez comerás, ¿verdad?

Se quedó en silencio mirándola, intentando encontrar a alguien a quien buscaba y que no estaba allí, sino lejos, pero más cerca al cruzar aquella puerta. La decepción le subió desde los talones y le agarró fuerte la garganta. Los ojos se le enrojecieron de rabia, impotencia, dolor. De tristeza al fin. Sintió sus dedos crisparse sobre el inasible transcurrir de un tiempo que no dominaba. De una vida que no podía elegir. Salvando el ahogo de su garganta alcanzó a susurrar con un húmedo suspiro: “mi amor vuelve, la vida te espera, no puedo correr sin ti”.

Publicado en la revista "El Fantasma de la Glorieta" Nº11 Cuarta época. Segunda Fase.

27 de septiembre de 2005

Llega

¿La oyes subir los peldaños crujientes de las escaleras? Hace días que ronda la casa. El martes mientras preparaba la cena la vi a través de la ventana, estaba sentada bajo el manzano y tejía cadenas de flores con los jazmines que hubo hace años. Su mirada seguía tan triste como la última vez que la vi y su vestido igual de blanco. Sus dedos se movían crispados entre las ramitas y tenía los pies desnudos y embarrados. Hace meses que no llueve.

Luego el jueves, y pensaba yo que ya se había ido, casi se me coló por la ventana del salón cuando la abrí a media tarde. El calor resulta insoportable, pero con ella fuera es mejor dejar las ventanas cerradas. Al anochecer vino Juan y me dió la noticia pero no pude ir a velar con la viuda porque ella seguía fuera. Estaba apoyada en la verja y miraba sobre el tejado de la casa, seguramente contando las estrellas, ella sabe cuando falta alguna.

El viernes sentí su olor al despertarme y tuve que correr al baño a vomitar el miedo arrebujado en el estómago. No sé cómo consiguió impregnar la casa desde fuera.

Empecé a notar mi mal aspecto a mediodía. Mi hermana vino a almorzar y me sugirió una visita al médico. Pero si estoy bien, le dije. Y ella respondió que por mi aspecto nadie lo hubiera dicho. Entonces miré mis manos y vi que tenía esas manchitas azules que me salen siempre que ella ronda la casa.

El sábado no reuní valor para bajar de la planta alta más que una vez para empujar los muebles sobre las puertas y las ventanas. Y por la tarde necesité cerrar también el cuarto para sentirme un poco a salvo. ¿No la oyes gimiendo en el rellano?

Se ha puesto el sol tres veces y aunque el cielo empieza a colorearse un poco, no creo que anochezca de nuevo antes de que logre entrar en la habitación. Está al otro lado de la puerta hace rato, en silencio. Primero, empujé el armario, los libros se cayeron; después, la cómoda, pero tuve que sacar los cajones para aliviar el peso y por último he acercado la cama unos metros hacia la puerta, pero sin llegar a ella porque no me quedan fuerzas. No importa cuánto me pliegue sobre mí misma en este rincón, ni cuánto desee desaparecer, ella entrará pronto.

La puerta cruje un poco, debe estar empujando. ¿No la oyes gritar desde los abismos? Tiene poder sobre la cuarta parte de la tierra y eso es suficiente para que el armario y la cómoda se deslicen suavemente.

Ahí está su rostro que es el mío. Que era el mío.
(23/6/2002)

Pedazos de espejo


Hace tanto que el recuerdo se desdibuja en esa atmósfera lechosa de la memoria. Fue infarto, derrame, la edad, al fin y al cabo qué importa. Los contornos se pierden, pero no resulta difícil recrear los sentimientos porque esos nunca nos abandonan del todo. Apenas sí le conocía. Así es la vida, no somos nada. Su viuda agradeció mis inútiles palabras. Maduran, cambian de forma, pero se siguen distinguiendo en ellos los rasgos de otro tiempo. Se empeñó en hacerme entrar para despedirme del difunto. Vecinos desde siempre, cruzándonos en la escalera a diario, y apenas un 'bola', un 'adiós'. Azar no es más que un refugio para nuestro miedo. Ancianos solitarios, matrimonio de los que ya no habrá. Su mirada acuosa no acepta negativas. Canas multiplicándose juntas en dos cabezas llenas de recuerdos comunes.

Azar no es más que un refugio para nuestro miedo. Está bien, le doy el gusto, entro, salgo y se acabó. Quizá lo que a mí me asusta es su existencia. Son pequeños soplos, la brisa que nos recuerda el aire que no vemos. Resultan extraños los motivos que nos hacen recordar determinados momentos. Antigua costumbre esta de morir en casa. Situaciones insignificantes en principio pero que en conjunto, y miradas con el poder que da la perspectiva del tiempo, empiezan a configurar un mapa, un plano de nuestro camino, de nuestra vida. Yo nunca había visto un muerto. Y que los tuyos te rodeen en esos primeros momentos en que ya no estás. Nunca lo había visto. No es el azar, es un latido.

De algún modo ya están repartidos los papeles en la función. Cuando yo era niño, con las primeras hojas caídas, mi madre compraba castañas asadas a una anciana que atizaba el fuego acurrucada en una esquina. Comedia o drama, o ambas cosas. Un escenario en el que actuar, en el que elegir y luego... sabores que nos deja la infancia. Quizá un director al que dar explicaciones por nuestro trabajo, o más teatro para seguir desarrollando nuestra técnica. Un otoño ya no hubo castañas, mi madre me explicó que la anciana se había ido a venderlas al cielo. Prefiero pensar que el final no está claro Yo nunca había visto un muerto. Esa noche fue la primera que dormí siendo consciente de que yo también iba a morir.

De silueta desdibujada aún cuando el recuerdo era un hecho presente, sus manos frías acariciaban su rostro. La oscuridad infinita, una idea concentrada en un punto del espacio hasta hacerse visible, tanta vida que no había vida en ella, antimateria, caos. El infierno convertido en criatura. Creo que me miró antes de apartarse del cadáver y desvanecerse. El abismo le acompañaba. Prefiero pensar que el final no está claro.

La he visto de forma intermitente durante toda mi vida. Poder sobre la cuarta parte de la Tierra. En los ojos de mi gente a veces. Esta mañana estaba sentada frente a mí observándome don esa paciencia eterna. Una condena, un castigo, imaginaciones mías, una ilusión. Una ilusión sin fallo. Me ha acompañado durante todo el día. Todos bajo mármol blanco. Se me antoja pensar que hay alguna razón. No voy a ir con ella. Pero quizá no la haya. El escorpión se inocula su propio veneno cuando se siente amenazado. Fue hermosa mi vida y no me apena abandonarla, El infierno convertido en criatura. Algo sin dolor y todo habrá acabado. Quizá es inútil y ella me está esperando al otro lado. Como el espejo que se rompe para borrar la imagen que entonces se multiplica.

Publicado en la revista Enigmas en su número de Noviembre de 2001