27 de diciembre de 2013

Traducida al francés




Tengo el placer de haber sido traducida al francés por el equipo de Lectures D'ailleurs. Este proyecto, dirigido por Caroline Lepage, catedrática de la Universidad de Poitiers, cuenta con un amplio equipo de traductores que acercan desde 2012 piezas literarias de España y América Latina al lector francófono. Su trabajo de traducción suma ya 251 autores de diecisiete países diferentes, entre ellos España.

Los micros que me han seleccionado para traducir son: Yo quería un gato, Echar de menos y Verdadera Magia que fueron publicados en La Nave de los locos, Lucero de la mañana publicado en el blog Arte con chinchetas e Instrucciones para un suicida que se publicó en el blog de la III Microquedada relatista. Los reproduzco más abajo.

Los micros pasan además a formar parte de la antología virtual Lectures D'Espagne 2 (pag. 209) que os recomiendo vivamente (al completo, claro :P).

Esto es más que un honor para mí. Desde aquí quiero reiterar mi agradecimiento al equipo editorial y de traducción de Tradabordo, en especial a Nancy Benazeth y los traductores de mis micros: Élodie Peeters y Victor Berry de la Universidad de Poitiers y Marie-Geneviève Barbero de Saint-Vaury de la Universidad de Bordeaux 3. Y, cómo no, a Caroline Lepage. Enhorabuena a todos por este generoso proyecto.


Yo quería un gato
(ilustrado por Marta González Villarejo en este mismo blog)

Yo quería un gato pero mamá no. Al final, para callarme, trajo esta carpa aburrida que da vueltas y vueltas en la pecera que parece un balón pero que ni siquiera lo es. Yo, en venganza, me he dedicado a insistirle en que es un gato -"eres un gato, eres un gato, eres un gato…"- a medias rabioso contra la realidad a medias hastiado de su absurda compañía. Ahora me siento un poco mal, la he visto frotarse contra el cristal, mirar con interés al canario y me parece que ya no le gusta estar dentro del agua.


Echar de menos
(publicado en La Nave de los Locos)

La abuela está revolviendo la casa de nuevo. No parece nerviosa, sólo obstinada en su búsqueda. Saca todas las cosas de los cajones y las coloca de nuevo con cuidado. Mira tras los libros y va apartándolos por grupos y colocándolos de nuevo; en ocasiones aprovecha y limpia el polvo oculto en la parte de atrás. Se pone a escudriñar también en los armarios, entre la ropa, y viene bien porque encuentra ese jersey que se pierde o el calcetín que había dejado un gemelo solitario en el cajón. Incluso mira entre mis papeles, pero ya no le riño porque me he cansado y porque sé que no sirve de nada. Cuando la veo rebuscar en el cajón de mi ropa interior me preocupo un poco pero enseguida continúa su inspección por otro lado.

Cuando a la abuela le da por registrar la casa, se pasa unos días concentrada en ello y es mejor dejarla. Luego se le pasa y se vuelve a su butaca, a mecerse con apariencia tranquila mientras mira a través del balcón abierto, aprovechando algún rayo de sol y con los dedos enredados en una labor de punto que nunca se sabe si avanza hacia algo concreto pero que siempre la acompaña. No sabemos qué busca la abuela, ni hay forma de que ella lo explique porque hace mucho que no habla y apenas asiente o niega con la cabeza para responder a las preguntas cotidianas -¿quiere usted cenar? ¿le traigo una manta?- A mí lo que me inquieta de sus búsquedas es que mamá me dijo que las lleva haciendo toda la vida y que no son cosas de la vejez como yo había creído. Y me preocupa, sobre todo, el arrebato que siento a veces de ponerme a buscar con ella.


Lucero de la mañana
(publicado en el blog Arte con chinchetas)

Disfrazado de estanquera o prostituta novicia, menudeando somníferos, regalando hojas de cuchilla a las niñas tristes; incluso en el retoque del rouge de labios en el espejo fracasado de un bar o en el paladeo de un acento fingido tras el mostrador de la tienda de licores; cuando abandona bolsos en los bancos de los parques y acaricia en tanto caras de niños como quien recoge flores; sobrevive tal como fue dispuesto. Sólo algunas mañanas se duele de las cicatrices en su espalda: cuando, por mucho que se esconda, el amanecer se salta las celadas y desvela el recuerdo de su antigua órbita.


Verdadera magia
(publicado en La Nave de los Locos e ilustrado por Wichy Gómez)

El público contuvo la respiración cuando el brazo se hundió hasta el codo dentro de la chistera. Los veinte centímetros de altura de ésta y la mesa de metacrilato no dejaban lugar a dudas: aquello era magia. Él, el mago, se sorprendía también pero el oficio le ayudaba a aparentar cierta indiferencia mientras su mano se sumergía más y más en el novedoso vacío dentro del sombrero. El conejo blanco no aparecía por ningún lado.

Bajó más el brazo y el público se mantuvo expectante. Dentro hacía frío pero no tocaba nada. Inclinado totalmente sobre la chistera, hundido hasta el hombro y apoyándose con la otra mano para no terminar de caer en aquel absurdo abismo, seguía intentando resolver el número sacando, no ya el conejo, sino cualquier cosa que diera fin a aquella accidentada actuación.

Por fin encontró algo al otro lado, caliente y algo sudada, otra mano que entrelazó los dedos con los suyos. Casi fue un consuelo. Sólo pudo identificar que era una mano bastante grande y que tiraba con demasiada fuerza hacia el otro lado.


Instrucciones para un suicida
(publicado en el blog de la III Microquedada relatista)

Si ya estás seguro del paso de nada servirá que te insista pero aún así te aconsejo que te tomes unos minutos para confirmar tu decisión.

Una vez seguro, descuelga el espejo grande del salón y ponlo en el suelo. Descálzate y sube con cuidado. Relájate, ya no hay marcha atrás.

Mira hacia abajo, ése que ves pegado a tus pies es tu yo opuesto, aquel en el que tus virtudes son defectos, aquel que atesora como éxitos tus fracasos, aquel al que le gusta lo que te desagrada, aquel al que no le duele lo que a ti: ése es el Otro.

Cierra los ojos unos segundos porque el viaje puede marearte.

Ábrelos. Lo que ves ahora a tu alrededor es el mundo opuesto a aquel en que vivías: en éste son virtudes los defectos de tu antigua vida, son éxitos los fracasos, bello lo desagradable, doloroso lo inocuo; tú ya no eres tú sino el Otro. Te advertí que no había vuelta atrás.

Saca los pies del espejo y devuélvelo a su sitio.

No te preocupes, lo que sientes ahora es sólo una efímera nostalgia que desaparece a los pocos días.




Edición el 14 de Enero de 2014: os dejo también el enlace a la entrevista que me hicieron en Lectures de Ailleurs con motivo de la inclusión en la antología.

18 de diciembre de 2013

Aguja en un pajar


Sol menguante

Te buscaba entre la fiesta, como una aguja afilada escondida tras la gente feliz. Al otro lado del puente, la ciudad amenazaba con su calma ceniza. El sol caía despacio arrancándome recuerdos en sudor y me secaba con un pañuelo que quizá me diste alguna vez. Los feriantes cerraban filas herméticas. Yo recorría el puente de lado a lado, sin terminar de decidirme, casi olvidando qué buscaba.

Fotografía de Javier Prieto

9 de diciembre de 2013

Huida definitiva. El emperador también está desnudo. Fronteras gravitatorias.


Huida definitiva

Soñó que él también podía volar y alcanzarla por mucho que batiera sus frágiles alas de insecto. Intentaba refugiarse en el cielo pero las nubes traicioneras se apartaban si intentaba parapetarse tras ellas. Se despertó con el cuerpo dolorido por la tensión. Abrió la ventana. Al otro lado las nubes pastaban en un cielo de murallas invisibles cuando desplegó sus frágiles alas de insecto.

El emperador también está desnudo

Soñó que él también podía volar como los pájaros, respirar bajo el agua como los peces, dar caza a sus presas con elegancia felina, devorar a la hembra durante la cópula. Despertó satisfecho. En cambio, cuando ordenó que Roma ardiera, su sueño le pareció molesto y digno del más severo olvido: él también podía consumirse entre llamas, arrugarse dulcemente hasta desaparecer, desmoronarse con placer. Dejar de ser con un suspiro de calma ceniza.

Fronteras gravitatorias

Soñó que él también podía volar y llegar a su lado. Un milagro le permitía comprar los billetes y aparecía por sorpresa tras el timbre del piso alquilado, llamando a la puerta de la casa que limpiaba, en la parada de autobús llena de otros, o mejor, entre las sábanas heladas y la almohada húmeda. Pero él no terminaba de encontrar el modo de volar y hasta las cartas empezaban ya a aletear flojito, con desgana, contagiadas de aquella esclavitud gravitatoria. Le imaginaba aferrándose a la terrenal lejanía como si fuera deseable, como si no hubieran volado juntos hacía ya tanto tiempo.

Micros participantes en el concurso Relatos En Cadena que marcaba la frase de inicio

4 de diciembre de 2013

Ángeles casi caídos


Se durmió soñando que él también podía volar pero se sabía más cercano a las ratites o los pingüinos. Al despertar volvía a envidiar las trayectorias de sus seráficos hermanos y a cargar con aquellas alas enfermas de enanismo e inutilidad cubiertas de plumón defectuoso. Hasta los hombres –esos mortales mezquinos- habían encontrado cómo lanzarse al cielo en casas de chapa. Dormido de nuevo, acurrucado junto al eterno precipicio de su nube islote, un murmullo escarlata le enumeraba en los oídos del sueño las ventajas de dejarse caer.

Microrrelato finalista semanal de Relatos en Cadena el 4 de diciembre de 2013.