1 de agosto de 2010

El menor espectáculo del mundo


Llevo debiendo esta reseña desde hace meses pero, como observaréis, últimamente este blog cría telarañas y es que mi vida me absorbe con (demasiada) intensidad.

Tuve la suerte de que Félix J. Palma me firmara el libro en la Feria del Libro de Sevilla. Dudo que el virtuosismo que alcanzo a veces en mi torpeza social lo iguale mucha gente: allí estaba yo agotada, recién llegada de un congreso en Granada, tímida e intimidada, haciendo todo aquello que uno nunca piensa que hará al encontrarse con alguien al quien no conoces pero a quien quieres causar buena impresión. Creo sospechar que se produce un choque de timideces que desemboca en el embarazoso descubrimiento de que ninguno sabe realmente qué hacer. Y es que los tímidos reconvertidos funcionamos perfectamente en cualquier situación salvo cuando nos encontramos delante de otro tímido reconvertido que, a la fuerza, conoce nuestro secreto.

Y cuento todo esto, aireando mis poco conocidos defectos (ejem), para introducir el tema central del libro. Hablan las reseñas y el propio autor de que el tema central es el amor y los malabarismos a los que nos obliga, pero creo adivinar que podría abstraerse aún más el hilo conductor de los nueve relatos del volumen. El mínimo factor común es ese estupor que nos produce la realidad a veces, la sensación de ridículo a la que nos sobreponemos ante ciertos retos surrealistas de nuestra vida, los ejercicios de destreza que nos vemos obligados a ejecutar con una maestría inventada sobre la marcha. Y dicen que dios aprieta pero no ahoga y sin embargo vamos mendigando balones de oxígeno por las esquinas. Es cierto que este extrañamiento del ser humano ante la realidad es representado sabiamente por el autor bajo el complejo prisma del amor en sus múltiples formas, pero será que de un tiempo a esta parte, me desquicio tan fácilmente en mi vida que me parece posible elevar el asombro a forma de vida. Y para que esta conmoción sea máxima nada mejor que elaborarla desde el género fantástico, desde la irrupción de lo extraordinario en nuestras sólo aparentemente vulgares existencias; género, además, dominado a la perfección por el autor.

Como siempre, despliega un lenguaje salpicado de metáforas, a veces tantas que cuesta digerirlas si se quieren saborear en profundidad. Un lenguaje preciso pero selvático a cuyo paso tuve que acostumbrarme recién salida como estaba de la desértica Catedral de Carver. Un hilván en una tela de apariencia infinita que gusta seguir con los dedos. Juegos con las palabras. Y lo mejor, esa ironía bajo el texto que te convierte en el feliz partenaire del lanzador de cuchillos.


De todos los relatos del libro me quedo, como ya lo han hecho otros, con "Margabarismos" en el que recuperar el amor de la esposa requiere la intervención de lo insólito. Y añado "Una palabra tuya" por compasión a su protagonista forzado a sufrir calamidades divertidas y espantosas a un tiempo.


Os lo recomiendo a todos, pero en particular a los que no hayáis leído nada de Félix J. Palma para que disfrutéis descubriéndolo. Los grandes logros de este autor son la empatía con el lector, la capacidad de conseguir que se divierta y el halago a su criterio; y es que la calidad y el juego no están reñidos por mucho que se empeñen algunos, conseguir su equilibrio sólo es cuestión de cierta infrecuente habilidad circense.

Venga va, caeré en la frase obligatoria en las reseñas de este libro... ¡Pasen y lean! ;)