29 de marzo de 2007

25 de marzo de 2007

Por aquella época yo cambiaba intencionadamente mi rumbo por encontrarle. Una isla en medio de tantos transeuntes confusos. Harapiento, sucio, apestoso. Nadie le veía ya, confundido con la ciudad como un edificio más, una papelera o un perro abandonado. Era invisible.

Sin embargo, yo comenzaba aquella calle con el alma ansiosa de encontrarle. Me iba desnudando poco a poco. Atrás quedaban los imprudentes altibajos de mi débil carácter, los malos sabores de mi boca. Atrás quedaba todo lo mío que no quería ser yo.

Prefiguraba en mi mente su forma de coger el violín: con la delicada atención del náufrago que se aferra a su tabla. Su cuerpo meciéndose. Los ojos entrecerrados. Su espíritu atrapado en la belleza.

No apagaba mi deseo el hecho de que no hubiera violín ni música. Aún hoy es para mi un genio, el mejor y más grande músico del silencio.

24 de marzo de 2007

París no se acaba nunca


He descubierto recientemente a Vila Matas y ha pasado a formar parte del grupo de autores que más me interesan.

"París no se acaba nunca" es una novela-conferencia-ensayo-guiño donde el autor visita sus recuerdos (reales o no, eso el mismo lo justifica) de juventud en París. Allí marchará a vivir la bohemia, a ser artista en las formas, a escribir su primera novela.

Este es un libro de metaliteratura de la metaliteratura. La narración aparentemente espontánea y desordenada de unos recuerdos. En esta especie de monólogo casi hablado se entrelaza la poesía, las referencias literarias, las reflexiones más profundas.

Con un formato que aparentemente podría aburrir al lector, Vila Matas demuestra su gran maestría captando su atención de principio a fin. Es éste un libro que divierte y se disfruta. Está cargado de una finísima ironía y una seductora inteligencia.

En algún sitio leí que es un libro para amantes de los libros. Recomendado para todos los lectores empedernidos. Quiero pensar que no andamos en vías de extinción.

Océano mar


Un libro sublime. Esta es la única forma en la que puedo empezar a hablar de él. Su autor es Alessandro Baricco. Italiano. Famoso por su novela "Seda".

"Océano mar" es una novela pero es también un gran poema. Es belleza. Es literatura.

Sus personajes quedan alojados para siempre en la imaginación del lector. Anidan en ti y viven para siempre. Su obra son las pinceladas de un maestro que delicadamente, sin prisa, construye el más bello homenaje al arte. La historia se desenvuelve magistralmente, con la precisión del batir de las olas.

Con una delicadeza casi oriental Baricco llena las páginas de magia. Este es un libro recomendado para todo aquel que alguna vez haya mirado al mar y se haya sentido parte de algo más grande que él mismo. Soberbio.

22 de marzo de 2007

(inserte su título favorito aquí)

En toda España es famosa la familia Villar de Quintana, dueños de un enorme capital y de una de las más famosas colecciones de arte de nuestro país. Lo que no muchos conocen es la historia sobre sus orígenes. Y es que hace menos de un siglo los Villar eran una familia de clase obrera como cualquier otra y fue un golpe de suerte junto con un su saber hacer lo que les ha llevado al lugar que hoy ocupan.

Los Villar son originarios de Badajoz. Juan Pedro Villar y su esposa fueron los primeros en emigrar hacia Sevilla años antes de la Exposición Iberoamericana de 1929. Vinieron como muchos en aquella época buscando trabajo y al final, también como muchos, se establecieron en la ciudad para siempre. En Sevilla nacerían sus dos hijos Miguel y Arturo.

Los caracteres de Miguel y Arturo siempre fueron diametralmente opuestos. Miguel se caracterizó desde muy niño por un temperamento afable y un sólido pragmatismo. Acabaría siendo un afamado médico en la ciudad. Arturo, en cambio, era hipersensible, enfermizo y misántropo. Desde muy niño, se sintió inclinado hacia las artes. Fue un estudiante mediocre que pasaba las clases embobado o haciendo garabatos en los cuadernos. Ya de adulto, la atracción de Arturo por el mundo de la creación era casi enfermiza.

El día 22 de Diciembre de 1966 la familia Villar de Quintana fue agraciada con el premio gordo de la Lotería Nacional. Esto cambió sus vidas. La inversión inteligente de este dinero y su gestión les sirvió para amasar poco a poco su actual fortuna.

En ese año, Arturo Villar de Quintana trabajaba como administrativo en un despacho de abogados. Este trabajo, su familia y los compromisos habituales de cualquier adulto le salvaban a duras penas de su obsesión con las artes. Conforme la fortuna de los Villar aumentaba, los pocos amigos de Arturo veían llegado su fin. El dinero compra el tiempo y el que Arturo dispusiera de tiempo le posibilitaba entregarse en cuerpo y alma a su obsesión.

Se torturaba a menudo y de muchas formas: bien con el papel en blanco, bien con el piano silencioso, el lienzo virgen o la masa de barro informe. Buscaba la inspiración del mismo modo que el barítono anciano ya retirado está atento a cualquier entradilla que le justifique para echarse a cantar. Se le antojaba que debía existir un diapasón todopoderoso, en forma de talismán, ciencia o persona, que sirviera de reclamo ineludible para la inspiración. Apenas dormía, apenas comía, no salía casi nunca de su habitación, vivía entregado por completo a su búsqueda.

Sin embargo esta situación cambió de repente. Un buen día salió de su habitación con una pequeña maleta. Se despidió de su familia y se marchó.

La historia de Arturo Villar en este punto se vuelve borrosa y casi entra en el terreno de la leyenda. Se sabe a ciencia cierta que viajó por todo el mundo. A esto se le añade un anecdotario que por imaginativo resulta increíble.

Viajó por África donde se le sitúa en distintos lugares: en Argelia buscando amuletos, en Tombuctú como investigador de los manuscritos perdidos de Al-Andalus, en Egipto siendo el visitante más habitual del museo de El Cairo. En Asia se le cita como interesado en ciertos cultos sectarios. En América del Norte cuentan que experimentó con drogas sintéticas. En América del Sur hablan de él como coleccionista de pieles y momias, como estudioso del calendario solar azteca e incluso como chamán de una tribu del Amazonas.

Viajó mucho, quizá buscabando aventura o persiguiendo siempre su imaginado diapasón.

Volvió a Sevilla enfermo y ya anciano. Lo recogió su hermano y sus sobrinos se ocuparon de él. Sólo pidió una cosa a su familia antes de morir y ellos cumplieron casi completamente. Su tumba en el cementerio de San Fernando acogió sus restos y también una enorme cantidad de lienzos en blanco, cuadernos, pinceles, plumas estilográficas, acuarelas y temples, barro, bloques de granito... Es conocido popularmente como el panteón del artista y en la actualidad es visitado por jovenes románticos y estudiantes melancólicos, pero lo que se esconde detrás sus paredes de mármol nadie lo sabe.

(24-3-2007: Unas cuantas modificaciones menores)

12 de marzo de 2007

Tombuctú

Me cuesta tanto hablar mal de los libros que no me han gustado que habitualmente ni los nombro por aquí. Lo que marca la diferencia esta vez y me obliga a hacer un pequeño comentario es que realmente esperaba que éste me gustase.

Tengo una imagen mental de lo que espero encontrar cuando voy a leer algo de Paul Auster y esa imagen es muy concreta y no, en ella no encaja este libro por más que lo intento. Para colmo, busco y busco en Internet críticas de lectores y a todos les gusta "Tombuctú", así que, o me acojo al famoso mantra "la opinión general es siempre la peor" (gafapasta total :P) o hago un ejercicio de autoevaluación como lectora y me pregunto si no estaré equivocada. Supongo que este post es ese ejercicio, quedo a la espera de que alguien me ilumine.

La historia, que es catalogada por muchos de original al ser narrada por un perro (?), discurre por caminos llanos (¿no demasiado?). La prosa es fluida y demuestra el oficio del autor, pero nada más. No ocurre nada inesperado. Es una historia dulce (demasiado, sin interrogaciones).

Me ha costado un verdadero esfuerzo terminarlo y es que la esperanza de que un giro final e inesperado dotara al libro de un valor que no he encontrado, me empujaba a no abandonar. ¿Qué sé yo? Un final que lo convirtiera en "Le petit prince" de las letras americanas o algo así, pero nada.

El título de connotaciones manidas me deja en la sospecha (y no sé si me estoy volviendo ya demasiado excéptica) de que la mano de un editor con ganas de hacer caja anda por ahí en medio y que un plazo de entrega demasiado ajustado ha hecho también su parte.

Y que conste que no tengo en ningún altar a Auster y que no tengo ninguna razón para defenderle (ni siquiera en mi fuero interno que es donde menos defensas tiene cualquier autor, WHUAAAA WHUAAAAA), es simplemente que no comprendo como el mismo autor puede escribir "Ciudad de cristal" y "Tombuctú".

Lo dicho, no me ha gustado. Quizá alguien me convenza de que estoy equivocada pero seguirá sin gustarme, me temo.

11 de marzo de 2007

Hay un fuego. Hay cuatro desconocidos en torno a él. Hay una noche fría y cerrada. Hay un perro.

Arriman las manos al fuego. En sus mentes sólo hay olvido. No hay pasado ni futuro, sólo ese presente suyo. Ninguno es capaz de mirar al otro. Los ojos fijos en el fuego.

De repente, entre las llamas aparece una mujer desnuda. Baila en el fuego sin herirse. Serpentea curvándose sobre sí misma. Su piel blanca deja traslucir un sueño. El Sueño de cada uno de los hombres que la miran.

Uno de los cuatro se levanta, toma un cuchillo que no existió hasta ese instante y se lanza feroz sobre los otros tres hombres.

Hay tres cuerpos destrozados formando un triángulo rojo y un hombre jadeante.

Se gira hacia el fuego y la mujer desaparece. El perro se acerca a él mostrándole los dientes. El hombre arroja el perro a las llamas de las que éste huye ahuyando de dolor.

Ahora el hombre se siente criminal y se arroja a sí mismo al fuego. Sin embargo, no siente nada. Aterrado comprende que está maldito y jamás podrá infringirse daño alguno.

Es justo entonces cuando el hombre despierta, empapado en sudor, en su cama helada.

4 de marzo de 2007

Retour

Me despertó la luz apagada como si la oscuridad me hubiese golpeado. Te sentí ronroneando entre las sábanas. Me parecía haber dormido una eternidad y habían sido necesariamente unos pocos minutos. Fui siguiendo atento tu respiración cada vez más pesada, cada vez más lejana.

De pronto tu olor de sueño ajeno me contrajo. Me visitó el molesto recuerdo de tus manía de frotarte las manos aún cuando hace calor, de tocarte la nariz a cada instante, de toser dos veces -exactas- cada mañana al despertar, de lavarte las manos después de comer, aunque sea una simple manzana... Te sentí tan extraña que la cama compartida se me hizo insoportable. Me levanté aquella noche con intención, te juro, de abandonar la casa.

Cogí el abrigo del perchero y fui hacia la puerta. Al ir a buscar las llaves en los bolsillos, sin embargo, mis dedos tropezaron con la moneda.

Aquella moneda fue lo único que rescaté de tu bolso. Creo que trataba de resultar heroico cuando me lancé a correr tras el ladrón pero él era más rápido. Sólo quedamos atrás la moneda y yo, que tropecé torpemente. Vencido, me volví hacia donde estabas.

Llorabas desconsolada y tu llanto no lo provocaba el robo. Angustiada te sacudías como a punto de romperte. Como un castillo de naipes desmoronándose. Me miraste y vi tu dolor. Quizá me vi a mí mismo y por eso sentí tanto miedo. No, lástima no, lástima nunca. Te puse la moneda en la mano y me la devolviste.

Quien acepta el abrazo de un perfecto desconocido es que se encuentra ausente de sí. Perdido.

No he vuelto a ver muchas veces aquel dolor en tus ojos. Cuando ha aparecido tú lo has apartado rápidamente. Nunca me explicaste qué lo provocó más que con razones que los dos sabíamos inventadas. Yo nunca pedí explicaciones.

Miré la moneda. Volví a dejarla en el bolsillo, me quité el abrigo y volví a la cama.

Tú no lo recuerdas pero te besé mucho aquella noche mientras tú dormías, muy lejos de mí.

3 de marzo de 2007

El bello verano


Hay un instante en la vida de toda persona en el que, de repente, todo cambia. O todo ha cambiado, porque ya todo es pasado. Lo que esté por venir a partir de ese momento puede que sea bueno, malo o sólo distinto, pero al fin y al cabo indescifrable. De repente, el futuro es un misterio.

El paso de la infancia y la adolescencia (en todas sus simbólogicas connotaciones) a la edad adulta puede ser para algunas personas el descubrimiento de un hueco en sí mismas que nada llena. Un anhelo proyectado hacia el futuro, esperando que algún milagro les devuelva la inocencia y la despreocupación perdidas.

Cesare Pavese pasó su vida atormentado. Una angustia de vivir insoportable acabo venciéndole. "El bello verano" retrata el tránsito de una vida de un lado a otro de la moneda. El irrumpir de un ser en un mundo de adultos que le parece hostil y penoso, pero hacia el que no puede dejar de dirigirse.

Es ésta una novela deliciosa, turbadora, un delicado retrato de una ciudad y unos días que embotan los sentidos del lector. Aparentemente una historia simple, pero en realidad una larva que va creciendo en el recuerdo devanando todo su perfecto engranaje.

Una joya.

1 de marzo de 2007

Veinte poemas para ser leídos en el tranvía. Calcomanías y otros poemas.


TOCO
toco poros
amarras
calas toco
teclas de nervios
muelles
tejidos que me tocan
cicatrices
cenizas
trópicos vientres toco
solos solos
resacas
estertores
toco y mastoco
y nada

Prefiguras de ausencia
inconsistentes tropos
qué tú
qué qué
qué quenas
qué hondonadas
qué máscaras
qué soledades huecas
qué sí qué no
qué sino que me destempla el toque
qué reflejos
qué fondos
qué materiales brujos
qué llaves
qué ingredientes nocturnos
qué fallebas heladas que no abren
qué nada toco
en todo.

Oliverio Girondo

Si Borges se sintió provinciano, yo...

(y no, no me atrevo a intentar hacer una reseña)