20 de noviembre de 2018

De estranjis


Cuando prohibieron los libros pusieron un ultramarinos donde la librería. Allí Consuelo, la antigua librera, te vende las legumbres a granel y los huevos en cartuchos de papel de periódico. Pero a los antiguos clientes, cuando nos ve languidecer demasiado, nos entremete páginas clandestinas que guardamos en los dobles fondos de los cajones y leemos a escondidas entre suspiros de alivio.

Micro escrito para el 4º Premio Gusanito Lector de microrrelatos que marcaba el tema: la librería

It’s a wonderful life


La librería del barrio echa el cierre. Pero las deudas son tantas que no es suficiente con que deje de existir en el futuro: los auditores han decretado que debe cerrar con carácter retroactivo.

Así que cuando la persiana metálica toca el suelo desaparecen los libros que quedaban, después las estanterías, el mostrador, hasta el cartel en la calle se desdibuja. La librera, aún clavada en la acera, se estaba secando una lágrima cuando se ha disuelto en una niebla con olor a jazmín. Los lectores —cada uno en su modesto piso, de camino al trabajo o comprando el pan—, olvidan sin dolor alguno todas las lecturas, los personajes que conocieron y los lugares que su imaginación creó para que transcurrieran todas las historias que les habían venido habitando. Además del desahucio de fantasías, también olvidan, claro, el tacto de las encuadernaciones cuidadas, el olor a tinta y papel y el característico crujido del suelo de madera del piso superior de aquella modesta librería que ya no.

En otro orden de cosas, en primavera se convocan nuevas oposiciones de acceso al cuerpo de auditores. Este año no se prevé que vayan a faltar candidatos.

Micro escrito para el 5º Premio Gusanito Lector de microrrelatos que marcaba el tema: la librería