8 de noviembre de 2012

Igual que ellos

A la cola, como todo el mundo, hasta en eso tenían que igualarnos. Todavía tenía los dedos encarnados. Había elegido un nombre para mí y lo había escrito en rojo por todos aquellos muros blancos. Y ni era único: Gabriel, como el del otro.

La cola avanzaba a buen ritmo. Yo bajaba la vista hacia el hormigueo de los hombres y un escalofrío me hacía recular como si pudiera tener miedo. Cercenaban las alas que se desplomaban con sobresalto de duermevela. Cuando llegó mi turno, justo antes de cerrar los ojos y dejarme caer, creí escuchar un susurro del verdugo: ahora, igual que ellos.

Micro participante en el concurso Relatos En Cadena que marcaba la frase de inicio