13 de septiembre de 2007

Por un catastrófico fallo en la planificación temo que hayamos perdido a nuestros trabajadores para siempre. En el futuro es importante recordar la siguiente regla: "los laberintos deben construirse desde dentro hacia fuera".

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Tras sufrir el encantamiento del silencio del hombre, la sirena murió asfixiada en tierra.

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Llegando al patio, saco la llave del bolsillo. La puerta se arroja feroz sobre mí, pero felizmente traga el anzuelo y pronto me encuentro en el cálido estómago de mi casa.

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Cuando el juez firmó el acta pudieron proceder al levantamiento del cadáver del funámbulo. Con no poco esfuerzo, lograron encontrar también su equilibrio para enterrarlo junto a él.

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Ahíto de versos, el viejo poeta cruzó el jardín zen caminando despacio. Se recostó contra el muro, cerró los ojos y se preguntó filosofando en sueños si sus ronquidos serían oídos por alguien en aquel lugar desierto.

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El día más amargo de su vida estuvo a punto de perder la corona a manos de la traición del obispo.

El mejor día, su amante plebeya se convirtió en reina.

El más extraño fue el siguiente, al comprender que ahora eran dos las mujeres que le hacían reproches.

Un mal día cualquiera perdió buena parte de sus tropas por una mala estrategia en la batalla.

El último día, terminó con un jaque mate del enemigo y con él metido en una caja.


(Y sí, de momento al menos, sigo por aquí)

4 comentarios:

pupupidu dijo...

Viva viva!!!

Inkita dijo...

Para mi, la mejor la primera. Anda que no he empezado yo laberintos desde dentro. Uff... :P

;)

Anónimo dijo...

Y bien que sigues, ¡guapaaaaa!

Besos

Rosita Fraguel dijo...

Gracias a las tres :) Un beso pa cada una :P