10 de abril de 2009
El mapa del tiempo
Sé que hace mucho que no reseño ningún libro por aquí. Otro efecto del "ver, oír y callar". Sin embargo, me apetece hacer una excepción con esta novela con el afán de promover el boca a oreja y darla a conocer entre los que no hayáis oído hablar de ella (aunque espero que no se convierta en ningún fenómeno de masas porque mi esnobismo galopante haría que dejara de gustarme).
Puestos a clasificar, cosa que es difícil porque si he dejado de reseñar es porque me estoy sintiendo algo incómoda con las clasificaciones, supongo que deberíamos decir que es literatura ligera. En oposición a la literatura pesada. Curiosamente, ejemplares tanto de la ligera como de la pesada pueden llegar a ser insoportables (perdón, chiste fácil). Es divertida, entretenida, lúdica. Pero está bien escrita (en los tiempos que corren esto ya hay que destacarlo), es inteligente y bien trazada.
La trama se sitúa en la época Victoriana, tomas el libro entre tus manos y te envuelve la niebla, los carruajes sobre adoquines gastados, las sombrillas, los sombreros con flores, las enaguas, los pañuelos de caballero, la peste, Jack el destripador y Sherlock Holmes. Es a finales del siglo XIX cuando la ciencia vive su época dorada, Julio Verne y H. G. Wells, inician un género literario que se vendrá a llamar ciencia ficción. El progreso se vuelve objeto de rechazo y fervor a partes iguales. Para muchos es la optimista demostración de que la humanidad va a trascender a sí misma. Y en esta época se empieza a juguetear con la idea de los viajes en el tiempo, de mundos más allá de nuestro planeta, de vehículos voladores e inventos sorprendentes,... Los últimos exploradores se lanzan al mundo para desvelar los misterios aún ocultos en los más recónditos lugares de nuestra geografía. Todos forman parte, con miedo o con placer, de esta atónita visión de una realidad que se abre como una flor multiplicando sus misterios al mismo ritmo que se descubren retazos de su maquinaria.
En un ambiente totalmente steampunk, Felix J. Palma, elabora su propia novela decimonónica. Con un lenguaje que roza lo engolado de la época con sabia mesura, se sitúa en pleno siglo XIX, para, a través de la ironía e incluso el humor, llevar al lector del siglo XXI de lado a lado del tiempo, como un viajero más de su historia. Una ficción inteligente, que es coherente dentro de sus propios límites, que no recurre al peligroso deus ex machina, que halaga al lector por su cuidadosa presentación. Disfrazada de folletín, acaba por ser un sincero homenaje a los pioneros de la literatura para soñadores.
Dividida en tres partes. Empieza lentamente, devanándose despacio, pero al final de la primera parte deja ya al lector con la conciencia de tener entre sus manos el fruto de un elaborado trabajo. Al final de la segunda parte, esta conciencia es una placentera certeza. Y al final de la última parte, la confusión se ha adueñado de él dejándole exhausto, sin poder librarse de la sospecha de estar siendo víctima de algún truco de magia, de alguna revuelta del tiempo y el espacio.
Conocí la existencia de este libro a través de un programa de televisión (lo siento, los gafapastas también vemos la tele, aunque poco, poco) y me llamó la atención la sensatez del autor. Esto puede parecer una soberana tontería, pero en este mundo de marketing, los escritores andan rodeados de un aura de misterio, se venden tan a menudo como seres celestiales dotados de línea directa con las musas, que encontrar a alguien que se considera aprendiz de un oficio, que reconoce que su obra no se escribe sola sino que es fruto de un esfuerzo, que se sabe en las pantanosas aguas de lo que otros consideran friki, es tan raro de ver que sorprende y agrada. Esa sensatez, como digo, lo razonable de sus declaraciones, su inteligencia, me hizo interesarme por su libro que, como ya es obvio, no me ha decepcionado en absoluto.
En mi adolescencia, en el más amplio período que puede entenderse como tal, me gustaban las obras del diecinueve, los novelones de cientos de páginas que te atrapaban por muchas horas en alguna elaborada historia. Con esta novela he recuperado esa sensación de viaje, de abstracción. De lectura de esas que me hicieron ganar la fama de quijote familiar, cuando en medio de un salón ruidoso y abarrotado, era capaz de fabricar una burbuja en la que mi imaginación bullía desplegando imágenes y personajes que ni la mejor película podría crear.
Quizá me atreva a contactar con el autor a través de su web y debería, para agradecerle estas horas de evasión y diversión que tan valiosas me parecen. Este regreso a una época de mi vida lectora que disfruté tanto como para embarcarme para siempre en el amor a los libros.
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1 comentario:
vivo en un alquiler temporario en Recoleta, donde puedo conseguir ese libro? me gustaria mucho leerlo
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