21 de enero de 2007

Si me necesitas, llámame


En este volumen se recogen cinco relatos de Raymond Carver que su viuda, Tess Galagher, recuperó de entre las pertenencias de su fallecido esposo. Son pues relatos que el escritor aún no dio por concluidos y que no han pasado por las sucesivas revisiones y cribas que tan propias le eran a Carver en sus trabajos.

Amante de la revisión hasta el exceso. Perfilaba con cuidado cada frase y cada paso del relato. Los finales absorbían su atención concienzuda para dosificar la fuerza, las palabras, las impresiones.

Se ha dado por llamar a Carver precursor del minimalismo, del realismo sucio y no sin críticas hacia estas clasificaciones. Y lo único indiscutible en cualquier caso es que Carver es padre de un género distinguible, algo nada fácil en la literatura contemporánea. Lo llamativo quizá de este mérito es que no le corresponde a él mismo en exclusiva sino que lo comparte de forma controvertida con su editor Gordon Lish. Será él quien dotará a la prosa de Carver de toda la fuerza expresiva que se ha hecho característica. A pesar de la obsesiva limpieza que sobre sus obras acometía Carver, aún pudo su editor eliminar aún más palabras sobrantes. Aún pudo dejar desnudos los esquemas y resortes más profundos de sus relatos.

Se torna entonces la lectura en un caminar angustioso por la realidad cotidiana y sencilla de sus personajes. Se abandona al lector ante un ominoso presente en el que es imposible no advertir la sombra de un fatídico futuro.

La controversia sobre si el mérito en la obra de Carver le pertenece a él mismo o al inteligente giro guiado por su editor queda irresuelta y viene a engrosar las muchas similares que pueblan la historia de la literatura. En modo inverso Alejandro Dumas sigue siendo objeto de similares polémicas al hilo del uso por parte del autor de gran cantidad de negros que escribían por él gran parte de sus voluminosos folletines. En el caso de Dumas el proceso es inverso, los escritores supuestamente mediocres a su cargo realizaban el vasto esfuerzo de hilvanar el discurso narrativo y el genio tomaba luego los borradores y los retocaba hasta convertirlos en las obras maestras en que se convirtieron. Que cada cual juzgue quién merece ser laureado y admirado.

Lo que es indiscutible es la fuerza de estos relatos, de esta maestría en la sencillez, la fantástica manera en que el autor deja al lector indefenso ante el acontecer opresivo de sus fantasías.

La vida de la clase media estadounidense, haciendo hincapié en las miserias más humanas son el caldo de cultivo de sus historias. Muchos de sus personajes padecen de adicción al alcohol al igual que su creador. Cuando Carver murió llevaba diez años perfectamente sobrio. Seres abandonados y angustiados que tratan de reconducir sus vidas son los principales personajes de su ideario personal.

Es ésta una lectura muy recomendada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He leído el libro y me ha dejado una suerte de tristeza, de dolor, de sabor amargo.

Es bueno y fuerte, como un trago de whisky a palo seco.