La ciencia de mantenerse a flote aún cuando todo parezca tirar de tus talones está escrita en una piedra sagrada. Esta piedra fue escondida en lo más alto de una montaña por sus custodios: los monjes de un culto antiguo de origen egipcio adoradores de Isis. La montaña se encuentra en la isla de Petrin que fue descubierta por el hombre hace pocos siglos y que tiene tan poco interés en cualquier sentido que nunca ha sido pisada a la vez por más de dos docenas de pies.
Este arcano conocimiento es desconocido por el hombre moderno y en las ciudades, donde quizá más valioso sería su conocimiento, nadie recuerda tan siquiera que alguna vez hubiera existido ninguno de los filósofos que elaboraron tan magnífico saber.
En medio de una ciudad inmensa, ajetreada y valiosa en todos los sentidos existe un hombre vulgar que sueña. Este hombre al que otros llaman M. Doure Fremoe acarrea una vida que tira de sus talones: su trabajo monótono, su familia opresiva, los amigos que ya no le quedan, las decepciones de cada día, son un lastre que acarrea con la heroicidad de lo mediocre, que se basa tan sólo en la inercia del día a día.
Doure sueña repetidamente con la montaña y la piedra e intenta descifrar qué quieren decirle los sueños y el texto sagrado que no alcanza a entender. Cada mañana, antes de ir a trabajar despierta desconcertado por la insoportable certidumbre de estar a punto de desvelar un misterio muy antiguo y ansiado y cada mañana su día comienza triste por no llegar a alcanzarlo.
Doure ha dejado de ir al trabajo hace días. Se siente enfermo y cansado, sufre de la desilusión insoportable de no alcanzar una fantasía que no entiende. Se observa a sí mismo desde fuera de su propio cuerpo como si de un extraño se tratase y se desprecia por su torpeza, por su incapacidad para terminar un simple sueño.
El hombre ha tomado una decisión: no quiere seguir viviendo. Decide que acabar con todo no puede ser mucho peor que seguir siendo víctima de la inercia a la que, después de tanto tiempo, con esta decisión extrema, consigue oponer algo de energía vital. Valora las formas en que podría acabar con su vida y decide que lanzarse desde la planta cincuenta del edificio Olimpo es una forma infalible de acabar con todo.
Este hombre se lanza al vacío desde la planta cincuenta del rascacielos en el centro de su ciudad -inmensa, ajetreada y valiosa en todos los sentidos- y durante su caída sueña. Sueña con una montaña y una isla, sueña con dos docenas de pies. Sueña con una piedra sagrada que fue escondida en lo más alto de la montaña por los monjes de un culto antiguo de origen egipcio. Y sueña, justo antes de que sus huesos se estrellen contra el suelo y todo acabe, con la ciencia de mantenerse a flote aún cuando todo parezca tirar de sus talones.
(Gracias al profesor Leiva por las sugerencias, a vosotros os queda juzgar si ha mejorado o empeorado el relato...)
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4 comentarios:
Me gusta, pero me parece que la palabra "infalible" no admite paliativos (no se puede ser mas o menos infalible: se es o no se es)
Pues tienes toda la razón. Lo corrijo. Gracias :)
Realmente precioso, quien no se ha sentido por un momento como ese señor...aunque haya sido por un segundo, todos sufrimos de la inercia de la vida.
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