25 de enero de 2006

Diseñadores del mundo uníos!!!

Menos mal que los trabajillos de diseño son cosa esporádica en mi vida porque me desquician, de verdad que me desquician (Pablo, eres un santo, ¿cómo aguantas?). La relación diseñador-cliente es la misma que la de (el) Pepe y (la) Mari. Le dice (el) Pepe a (la) Mari:

- Niña, ¿dónde quieres que vayamos esta noche?
- Ay hijo pues donde tu quieras, a mí me da igual.
- Pues mira, vamos al cine
- ¿Al cine? Uff. No me apetece mucho -carita de asco incorporada-
- Bueno, bueno ¿y si vamos al bar X?
- Uy no, tampoco.
- ¿Y si...?

Este diálogo de besugos puede continuar hasta el infinito porque:
1. Mari no sabe lo que quiere
2. Y encima sufre del síndrome del perro del hortelano (...)

Grrr!!!

En fin, ya lo he soltado. Paciencia fragueliana que me queda que aplicar... :|

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha encantado la comparación entre ambas cosas. Ha quedado clarito clarito.

Además es algo que parece inherente a las relaciones de trabajo en las que uno tiene que desarrollar algo y el otro no sabe en realidad qué quiere que le desarrollen.

Paciencia, hija mía, paciencia.

Anónimo dijo...

Así estoy yo con dos clientes, y me estoy volviendo loco...

Te entiendo demasiado bien :(