18 de noviembre de 2006

El rastro. Gloria Fuertes


Me sigue pareciendo sorprendente cuántos genios ha olvidado la historia y me sigue resultando un misterio saber qué condiciones se dan en algunos para ser encumbrados tan sobradamente frente a otros. Supongo que buscarle lógica al azar es absurdo (¿o no es azar?)

Una de estas olvidadas de la historia es Gloria Fuertes, poeta española injustamente infravalorada y desconocida. Se hizo famosa por sus poesías infantiles, aunque también escribió para adultos. Sus mayores aciertos literarios fueron su admirable sentido del ritmo, su dominio de la palabra y sus juegos y su percepción simpre viva de la alegría del lenguaje. Junto con Rafael Alberti, pertenece a ese pequeño elenco de poetas que mejor ha sabido explorar la dimensión festiva del lenguaje. Cargada de ironía, fresca y divertida, su obra es un bálsamo para los inevitables hastíos del día a día.


En "El rastro" se recogen los relatos que la autora escribió para la revista "Chicas, la revista de los 17 años" entre 1951 y 1954. Son estos una radiografía de la futura mujer de los sesenta que por fin se replantearía los tradicionales roles sociales y daría los primeros pasos hacia la igualdad de oportunidades y realización personal.

Cada uno de los relatos fue acompañado, en su publicación en la revista, de una ilustración de Antonio Mingote; en estos dibujos se basa la portada de la edición de Torremozas en la que se recopilan por primera vez todos estos relatos.

Es un libro recomendado para todos los públicos, de una frescura y originalidad soprendente.

No olvidaré nunca la vez que vi en vida a Gloria Fuertes, yo era una niña (muy muy tímida) y sé que ella se quedó esperando que mi gesto de reconocimiento pasase de los ojos redondos que puse. Siento no haber vencido mi timidez y no haberme acercado a hablarle. No olvidaré que me pareció una niña perdida en el mundo de los adultos y recuerdo claramente la sensación de desamparo que me transmitió. Ojalá la historia pudiera devolverle una pequeña parte de lo que ella regaló con sus versos.


Hay quien dice que estoy como una cabra,

lo dicen, lo repiten, ya lo creo,

pero soy una cabra muy extraña

que lleva una medalla y siete cuernos.

¡Cabra! En vez de mala leche yo soy llanto.

¡Cabra! Por lo más peligroso me paseo.

¡Cabra! Me llevo bien con alimañas todas.

¡Cabra! Escribo en los tebeos.

Vivo sola. Cabra sola

-que no quise cabrito en compañía-,

cuando subo a lo alto de ese valle

siempre encuentro un lirio de alegría.

Y vivo por mi cuenta, cabra sola,

que yo a ningún rebaño pertenezco.

Si sufrir es estar como una cabra,

entonces si lo estoy, no dudar de ello.


En los años ochenta eran más o menos frecuentes sus apariciones televisivas, tanto es así que los fantásticos Martes y Trece le dedicaron un famoso sketch que usaré como homenaje (sé que ella también sonreiría :D).



1 comentario:

. dijo...

Soy como esa isla que ignorada
late acunada por árboles jugosos
-en el centro de un mar
que no me entiende,
rodeada de NADA,
sola solo-.

Gracias